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Mi cabeza está en blanco, no en rojo, mientras su mano me firma, su boca empuja hasta que noto la garganta contrayéndose alrededor de la punta de mi polla y su nariz enterrada en los bellos almizclados de mi pubis, y... oh, su dedo largo y grueso y firme penetrándome una y otra vez, pulsando en mi interior y haciéndome sentir lleno y usado y jodidamente ardiendo por dentro, rozando zonas que no conozco. El anillo muscular dilatándose, ese dolor tan exquisito, el dolor de estar sacrificándote para que un hombre grande te tome y use, ese dolor que se mezcla con un extraño júbilo cuando notas que ha entrado el dedo hasta el nudillo y de repente te sientes orgulloso y solo quieres halagos y ser follado hasta llorar.

Oh, Dios, Ángel, Ángel, por favor, por favor... se mueve rápido, embistiendo mi hoyo mientras yo me aprieto a su alrededor, notando cada pequeña parte de su falange y como me acaricia por dentro; siento su dedo tocar zonas de mi cuerpo que jamás había sentido y entonces, como si fuese magia, pulsa algo en mí. Algo suave, delicioso, algo lleno de electricidad que me recorre entero y me vuelve los huesos gelatina. Algo que me hace gritar y empujar la cabeza de Ángel y querer el filo se entierre más hondo y mi piel esté llena de su nombre ensangrentado. Quiero ser suyo, solo suyo. Nada más.

Algo tan jodidamente genial. Me tenso, noto ese revoloteo extraño en el vientre bajo, el calor derramándose por mi pene, el flechazo de placer a punto de ser disparado y entonces, entonces...

—Buen chico. —Ángel se separa de mí. Su boca, su dedo, su cuchilla. Lloriqueo, reclamándolo cerca, suplicando porque verdaderamente necesito terminar de una vez por todas. Escucho un tintineo, ha lanzado la cuchilla por ahí y eso me alivia un poco.

Y entonces él me premia de una forma jodidamente hermosa: se quita su última pieza de ropa.

Un deseo animal crece en mí al ver su larga, venosa erección, ser liberada por fin. Ángel siempre me ha inspirado miedo, recuerdo aquella vez en la ducha de mi antigua casa, cuando su excitación me dio ganas de morir y ahora no queda nada de eso... el temor prevalece, pero también ansió a Ángel. La forma en que me sostiene, en la que me desea locamente, la forma en que si no es con él no me siento seguro en ningún lugar de este mundo.

Un escalofrío me recorre cuando él agarra su erección y se masturba un poco, observándome respirar pesadamente sobre la cama. Ángel tiene manos grandes y poderosas, aun así su pene luce intimidante entre ellas. Su cabeza enrojecida y brillante, el tronco ancho y recto, cubierto de deliciosa piel suave y venas que descollan de forma hermosa a lo largo de la impresionante longitud, que no hace más que ensancharse cuando llega a la base, ese pequeño bosque de cabellos claros y almizclados de donde cuelgan sus testículos, también grandes y pesados.

Quiero inclinarme y lamer, volver a servirlo de rodillas probando el sabor salado de su piel, desde la base hasta la punta que me cuesta rodear con mis labios y que hace que mi garganta se sienta como fuego cuando la golpea.

Ángel se lleva la mano a la boca después, lamiendo un par de dedos, y con su otra mano me agarra del tobillo derecho y se lo echa al hombro sin miramientos, abriéndome completamente para él. Yo jadeo cuando me doy cuenta de que va a entrar dentro de poco, su intimidante excitación profanando mi delgado cuerpo. Al ansia se le suma el nerviosismo y la certeza de que será doloroso. No puedo imaginarme como se sentirá ser abierto por Ángel si solo un dedo suyo me ha tenido antes rogando y a su merced.

Pero antes de tomarme él dirige sus dos dedos húmedos a mi entrada y pulsa. Su saliva hace que se deslicen fácilmente en mi interior, entrando hasta los nudillos con un firme y estable empuje, pero aun así noto un terrible ardor y es como si mi entrada se dividiese en dos. Me retuerzo bajo él, quejumbroso.

—Ángel espera, va a romperse, va a...

Él se inclina hacia mí, como queriendo escucharme mejor o susurrarme algo al oído, y con ello hace que mi pierna que descansa en su hombro se estire más, abriéndome y permitiéndome que sus dedos entren un trecho más. Noto las yemas de sus dedos profundamente en mí, abro los ojos y los labios, sin sonido alguno, y él lame mi boca.

—¿Qué sucede? —pregunta juguetón, retorciendo y girando los dedos en mi interior. —¿Vas a romperte? —y en ese momento abre sus dedos y yo grito porque realmente creo que mi entrada va a rasgarse.

—Sí, sí... —lloriqueo desesperado, curvándome hacia él y buscando esconderme en su pecho.

—¿Acaso no te he dicho que no iba a romperte? —pregunta con voz ronca, demandante, me muerde un labio mientras jadeo por la forma en que abre y cierra sus dedos en mi interior, dilatándome demasiado —¿Intentas llevarme la contraria?

—No... l-lo siento... —murmuro, pero sus dedos me desquician y no puedo ni pensar, tengo la cabeza llena de niebla.

—Entonces no mientas, no me digas que estoy rompiéndote cuando sabes bien que podría y no lo hago —amenaza, uno de sus embates es entonces repentilo y cruel, siento sus dedos enterrarse demasiado hondo y apuñalar una zona sensible en mis entrañas. Sorbo y asiento, no queriendo enfadarle.

—P-pero duele... me duele, Ángel, estoy asustado...

Él hace una sonrisa enternecida y luego un puchero. Me besa la punta enrojecida de la nariz y sigue follándome rápido y cruel con sus dedos.

—Mi brazo herido también duele, cariño —me echa en cara, y noto que precisamente con ese brazo que yo le corté con el que tortura ahora mi pobre hoyo. Me siento terrible, tan culpable, tan miserable... no merezco que Ángel me prepare, ni que me caliente ni que haya lamido mi pene, merezco solo que haga lo que quiera y yo sufra. —, pero yo te perdono, así que haz un pequeño sacrificio y soporta esto ¿Si? Será solo por un rato.

Y yo asiento, llorando un poco de alegría porque ha dicho que me perdona. Yo no puedo perdonarme, pero si lo hace él está bien. Es todo lo que importa.

Entonces sus dedos vuelven a rozar ese punto dentro de mí, ese lugar especial y escondido que ama tanto torturar. Suelto un chillido agudo de puro placer, incapaz de ocultar mi reacción, y él empieza a martillear esa parte sensible de mi anatomía mientras lame mi boca, mis lágrimas, mi cuello.

Me mordisquea un poco, su risa grave reverbera cuando lloriqueo porque, de nuevo, he estado a punto de correrme y él ha sacado sus dedos de mí. Pero acto seguido algo enorme y caliente se presiona contra mi apretada entrada. No los testículos de Ángel descansando sobre uno de mis muslos, el otro está alzado mientras él me abre elásticamente para poder penetrarme. Si dejo de cerrar los ojos y me asomo puedo ver mi polla dura y húmeda, goteando sobre mi abdomen y dejando resbalar hacia al colchón gotas de presemen junto a las de sangre de mi cadera, pero también veo a Ángel. Su mano grande y fuerte sosteniendo su eje, dirigiéndolo hacia mi rosado y maltrato agujero y empujando un poco.

Oh, su cuerpo es tan magno que la necesidad de someterme y dejarme hacer me posee entero, pero aun así me siento preocupado. Mi trasero punza y arde, como resistiéndose a dejarlo entrar, y temo ser partido por la mitad de veras. Jadeo, incapaz de soportar el dolor incluso si él no ha entrado todavía, y entonces los dedos que rodean su enorme polla recorren su longitud hasta llegar a la punta y luego a mi pequeño agujero y dice:

—Sostén tú mi polla —mi cuerpo reacciona rápido y fuerte, calor erupcionando por todas partes de mí como si fuese un puto volcán. Amo la forma sucia en que me habla —, mantenla alineada para que pueda follarte mientras yo te abro ¿De acuerdo?

Asiento, mi lengua tropieza con mi boca, soltando un balbuceo estúpido en lugar de un asentimiento. Llevo mi mano a su entrepierna y rodeo con dedos flácidos y temblorosos el ancho eje que pulsa y arde bajo mis huellas. Muerdo mi labio, mi propia excitación se agita por la emoción del momento y noto el sudor empezando a recorrer mi frente.

Dos anchos dedos se deslizan dentro de mí con facilidad, respiro entrecortado, ahogándome con mis gemidos e intentando centrarme en no soltar a Ángel. Noto dulces besos en el cuello y una lengua aguda recorriendo las gotitas de mi piel salada.

—Relájate —ronronea contra mi garganta, su voz profunda, como sus dedos que se clavan en mi interior una y otra vez, que se retuercen y se curvan, buscando esa zona suave que antes casi me hace eyacular. Hasta que la encuentran. —, así, muy bien. Tan obediente...

Ángel pulsa, pero esta vez no retira sus huellas, presiona más y más, haciendo lo que era un pequeño gemido mío convertirse en grito. Sus dedos rebuscan en esa zona sensible, frotando como si tratase de hacerme cosquillas, y yo noto de nuevo el cuerpo caliente y tenso y a punto de explotar. Ya no duele mi entrada dilatada ni mi interior brutalmente embestido, solo siento la punta de sus dedos y las descargas que mandan por mi cuerpo cuando tocan ese sitio tan especial.

Pero entonces retira los dedos de ese lugar, aunque sin salir de mí. Deja dentro mío solo las puntas de estos y con ellas estira mi entrada, abriéndola tanto como puede hasta que sollozo.

—Sostenla bien —me susurra en el oído y yo afirmo mis dedos alrededor de la base de su pene como si me fuera la vida en ello. Quiero que esté orgulloso, satisfecho. Quiero que me perdone, que me quiera otra vez. —, así, buen chico.

Y yo podría correrme solo con esas palabras, pero mi cuerpo se paraliza. Por un momento solo siento frío, la clase de frío que te sobreviene antes de una arcada. Un frío húmedo, incómodo, lleno de terror.

La enorme cabeza de su miembro vuelve a presionar contra mi entrada y yo me tenso, pero esta vez los dedos me mantienen bien abierto y sin capacidad de resistirme a la intrusión. La punta empuja, no entrando todavía, pero sí ensanchando mi ya dilatada entrada mucho más que antes, y yo siento que moriré de dolor. Es tan grande, tan jodidamente grande.

—Ángel, Ángel —murmuro desesperado, llevando mi mano libre a su pecho y aferrándome a él con las uñas. —, Ángel, es demasiado grande.

Él me besa en la boca y no sé si es un gesto tierno para calmarme o uno cruel para callarme. Sea cual sea, funciona. Cuando sus labios acogen los míos y la lengua suave y mojada se desenvuelve en mi boca mi cuerpo entero hormiguea y se relaja. Suelto un suspiro entre sus labios, que se mueven perezosos y agradables, como sábanas de seda. La lengua es también muy gentil, busca la mía y la acaricia por arriba y por abajo, haciéndome cosquillas en el frenillo. El beso es candente, suficiente para hacerme olvidar un poco mi situación y al hacerlo un pinchazo horrible y una oleada de quemazón me hacen romper el beso.

—¡Ah! —grito, sintiéndome lleno y roto y tan poseído que no puedo no moverme, ni mirar.

Sé que Ángel ha entrado, no mucho, pero sí lo suficiente, porque noto como retira sus dedos de mi interior ahora que ya no necesita abrirme para la intrusión. Yo también dejo caer mi mano, agotado, y me aferro a la espalda del hombre para hundirme en su pecho. Ángel me tira del pelo, forzándome a separarme y a mirar hacia la vergonzosa escena.

Veo con deseo y pudor mi polla dura, goteando como loca, y bajo ella mi entrada roja y maltratada siendo abierta por la ancha cabeza de su polla, que solo ha entrado a la mitad. Entonces Ángel jadea en mi oído y empuja un poco más la punta, penetrándome despacio, obligándome a ver como la punta de color rojizo desaparece poco a poco en mi culo. Mi entrada se enrojece más y la veo dilatarse dolorosamente para él. Siento que en cualquier momento me romperé, pero a la vez el espectáculo de mi cuerpo sufriendo y abriéndose de ese modo para acogerle es fantástico de algún modo. Noto su miembro en mí, su calor, su diámetro llenándome, esa firmeza cruel, pero deliciosa...

Ángel rodea mi pene un segundo, para asegurarse de que no queda flácido por culpa del dolor, y entonces gime en mi oído, temblando por el placer que le proporciono al estrecharme a su alrededor. Yo mismo siento mis paredes abrazarlo con un tono doloroso, aunque él debe amar la sensación. Me pregunto si acaso vamos a corrernos los dos ahora, excitadísimos como estamos, incapaces de contenernos ni un poco más.

Pero Ángel me suelta cuando advierte que mi tensión anuncia el clímax y él respira profundo, con los ojos cerrados, logrando sosegarse. Y entonces empieza a empujar más y más profundo. Vuelvo a abrazarme a él y esta vez no me separa de su cuerpo incluso cuando muerdo su cuello y pinto líneas sangrientas en su espalda con mis uñas. Él toma ese dolor igual que yo tomo el de ser penetrado por primera vez. Es solo un pequeño sacrificio.

Lo siento entrar centímetro a centímetro y cada uno de ellos se me hace eterno. Noto su excitación endureciendo en mí cada vez que el dolor me hace apretarlo, noto mis paredes suaves, sensibles y húmedas encogiéndose alrededor de su contorno, dándome una clara imagen de cuan grande es dentro de mí y de los detalles de su virilidad, como las anchas, pulsantes venas o la forma levemente de hongo de su cabeza. Su piel es suave y está levemente lubricada por la saliva que él antes ha dejado caer en la grieta entre mis nalgas, pero aun así la penetración es tan dura y severa. Él va lento, pero sigue pese a mis ruidos y gruñidos, no dejándome un solo descanso.

Mareado, miro de reojo la ventana, pensando que en cualquier momento veré el sol salir porque siento que llevo horas y horas haciendo esto. Tomando a Ángel. Pero hay algo maravilloso en este dolor lento y punzante, en esta tensión que se siente como si mi cuerpo fuese a desgarrarse, porque cada vez me siento más lleno de él, tocándome profundo en lugares desconocidos, y la sensación hace que hormigueos bonitos me recorran la espina dorsal.

Y entonces por fin sucede: cuando estoy tan lleno que mis entrañas son todas ellas atravesadas por Ángel, su pelvis choca contra mi culo y noto los testículos apretándose un poco más debajo de mi recién estrenado agujero. Ha llegado al fondo. Suspiro, aliviado, y él mantiene la postura, dándome un tiempo para que me acostumbre a la intrusión.

El espacio antes angosto se siente ahora totalmente abierto, lleno hasta su límite, y podría jurar que lo noto en la parte baja de mi estómago. Respiro hondo, tratando de soportar el calor de mis entrañas y el escozor del anillo muscular, y me dejo caer sobre el colchón de nuevo. Tengo un poco de sangre bajo las uñas y el cuello de Ángel está morado y lleno de marcas de dientes un poquito torcidos porque nunca me puse aparatos.

Ángel me mira desde abajo, sus ojos negros y brillantes como un cielo estrellado, el verde ya apenas visible, solo un leve destello alrededor de la negrura de su mirada. Se acerca hacia mí, inclinándose, jadeante, sobre mi jadeante boca. Nuestros alientos se mezclan, luego nuestros labios y nuestras lenguas y nuestros sonidos obscenos.

Me besa lento y profundo su cadera hace pequeños empujes sin salir de mí, dejándome notar un poco más cuan adentro está. Gimo cada vez que lo hace y la enorme longitud de su miembro se roza con mis adentros. Él sonríe y se endurece, encantado por mis sonidos, y me besa un poco más rápido, un poco más hambriento.

—Tan jodidamente hermoso, mi Tyler, tan perfecto... —susurra, su cadera empujando más y más, con su pubis pegado a mi piel y aplastándola. Suelta un gruñido de placer y yo tiemblo al sentir sus dimensiones dentro de mí —he esperado tanto por esto.

Y después de decir eso sonríe. La sonrisa más bonita y sincera que he visto nunca: una con labios gruesos, rojos y llenos de marcas de mordiscos. Yo quiero responderle algo a sus hermosas palabras, pero no sé el qué y tampoco sé cómo. Mi cabeza es un lío de estímulos sin sentidos, cuerdas que tiran hacia mil lados distintos y forman un nudo pesado.

—Abre tu boca —me ordena, esta vez hablando suave y amable, como uno haría con un amante y no con su rehén desobediente. El tono me da una sensación cálida, así que lo hago. Me estremezco cuando él abre la suya y deja caer de su lengua un hilo de saliva caliente y clara hacia la mía. Cuando me cae en la boca gimo por el intenso escalofrío que desencadena y luego trago sin necesidad de que lo ordene. —Tan bueno, tan mío... —susurra, antes de apretarme las mejillas con una mano, obligándome a separar sus labios.

Esta vez su lengua no me humedece la boca desde lejos, sino que se encuentra con la mía, probando la dulzura de mi saliva igual que yo he disfrutado de la suya. Me besa lento y pausado, un ritmo prácticamente soñoliento que me hace pensar que mis labios se funden con los suyos.

Entonces noto sus caderas moverse, sacando poco a poco su gran pene. Yo detengo el beso, abriendo la boca grande pero sin un sonido, demasiado abrumado por la sensación de la fricción y del vacío en mi interior. Él me besa las mejillas, comisuras y nariz de forma tierna mientras se desliza afuera, así como lame mi boca y mordisquea mis labios de vez en cuando.

Sale poco a poco y cuando solo permanece dentro de mí la cabeza entra de nuevo con un poderoso movimiento. Es brusco y me hiere, pero cuando llega al final un chispazo agradable hace que las demás sensaciones queden reducidas a hormigueos. Lloriqueo por el golpe directo en mi próstata y Ángel me lame las lágrimas cual gatito.

—Tan bueno, joder... —jadea, moliéndose un poco contra ese punto delicioso que me hace rizar los dedos y dejar los ojos en blanco. —es tan jodidamente buena la forma en que me aprietas cuando te doy justo... —sale un poco, pero el vacío es repentinamente llenado por otro embate poderoso, en el mismo punto. Grito, mis ojos llenos de lágrimas y mi pene sintiéndose como si fuese a estallar de placer en cualquier momento. —aquí. —murmura, fregándose contra el lugar.

—Ángel, Ángel, soy tuyo —digo desesperado, sin siquiera comprender el por qué de mis palabras. Es solo un sentimiento cálido que brota de mi corazón, de mis entrañas, y necesito que lo sepa, que asienta, que me corresponda, que... —¡Ah!

Arranca otro grito de mi garganta, saliendo y entrando, pero esta vez no se detiene ahí para rozar mi dulce y suave punto, sino que entra y sale con movimientos cortos y firmes, martilleando mi interior, haciendo que mi agujero se ensanche a voluntad, tomando cuantas embestidas él desee, y mi interior se abra y se cierre, dejándolo pasar para que me penetre profundamente en un vaivén cada vez más acelerado.

—Lo sé, Ty, lo sé... —dice con voz ronca, orgullosa, mientras pequeños gruñidos de esfuerzo escapan de sus labios.

Su rostro está tan colmado de placer. El pelo claro pegándosele a la frente, ceño fruncido, los ojos brillosos y las mejillas con ese rubor y ese brillo propios llenos de vitalidad y deseo. Deja de morderse los labios para atacar los míos. Su lengua entra sin permiso, buscando la mía, chupándola, mordiéndola, acariciándola y yo intento corresponder, torpe, incapaz de suprimir las reacciones cuando Ángel me folla por atrás de forma tan brutal, pero deliciosa.

El ritmo empieza a volverse más rudo y salvaje, con sus manos tomándome de la cadera hasta amoratarla y mi pierna en su hombro siendo empujada flexiblemente para que me abra hasta el límite. Él se sirve de mi expuesta entrada, arrancándose rápido de mi interior, a veces hasta sacar su miembro entero y dejar mi orificio irritado y abierto, y luego penetrándome de lleno sin darme un segundo para tomar el aire que he gemido fuera de mis pulmones en la embestida anterior.

El rápido y agresivo, un acto animal que nos reduce a ambos a nuestros deseos. Ladeo mi cabeza sumisamente, mordiendo las sábanas para acallar mis gritos, y él lame mi cuello de arriba abajo, lo chupa hasta dejarlo morado y lo muerde sin compasión, como tentado a devorar este cuerpo que no es más que carne para su diversión. Una de sus manos siempre permanece en mi cadera, manteniéndome quieto y disponible para las crueles embestidas que mueven la cama de matrimonio contra la pared, la otra explora mi cuerpo sudoroso. Se clava en mi muslo, haciéndome alzar la otra pierna para que pueda revelar más aún mi profanada virginidad y, al ver con claridad como me dilata con su hombría y como sale y entra, dejando mi agujero abierto, esperando por él, su ritmo se vuelve todavía más frenético, jodiéndome sin respiro. Las sábanas empapadas de saliva y lágrimas ya no pueden contener mis gritos.

Me dejo totalmente a su merced, reaccionando sin filtros. Jadeo, grito y gruño, asestado continuamente por oleadas de placer y pinchazos de dulce dolor. Mi interior empieza a calentarse y mi piel arde, como tratando de sacar de mí esas llamas que se originan en mi vientre, mi cabeza está totalmente nublada. Solo hay en ella la masculina y sensual expresión de Ángel mientas arremete contra mi cuerpo, el sonido sucio y erótico de como los empujes hacen sus caderas chocar contra mi culo y sus testículos palmear contra mi piel húmeda, el aire, denso y dulce como miel, lleno de ese tibio olor a sexo y de nuestras respiraciones pesadas.

Ángel empieza a embestirme erráticamente, el movimiento es continuo y brutal y su boca busca con desespero la mía. Sus caderas empujan rítmicamente y el ósculo es desordenado y húmedo, indicando que se correrá pronto. Su cuerpo tiembla y se sacude cuando las veces que entra en mí de lleno y el mío hace lo mismo: me retuerzo cuando golpea sin parar mi próstata. Un mar de placer me ahoga con cada roce delicioso y antes de que pueda recuperarme siento el angustioso vacío, mi agujero por fin relajado y en menos de un segundo me penetra de lleno y me abro, grito, me retuerzo porque las sensaciones son demasiado y el placer me golpea sobre más placer, creciendo, creciendo y creciendo y acumulándose en mi tenso cuerpo, en mi trasero lleno y dolorido, en mi pene duro, a punto de estallar.

—Mío —gruñe sobre mis labios, las embestidas son un poco más lentas ahora, tratando de retardar lo inevitable, pero su voz es temblorosa, colmada de placer, y sé que no aguantará mucho más.

Sus embates se vuelven eternos, entra despacio, dejándome sentir cada pulgada de su grosor, cada inflamada vena, cada suave y mojado centímetro de su erección entrando en mí y abriéndome. Ángel maldice y me besa de nuevo, torpe, sin aliento, rompiendo el beso cada poco para musitar y jadear; cuando llega al fondo pega sus caderas fuerte contra las mías, moliéndose un poco, rozando leve, pero continuamente mi punto dulce.

Yo tiemblo en sus brazos por el contacto prolongado. Su virilidad empujándose dentro de mí y presionando mi pobre sensibilidad sin apartarse ni un segundo me vuelve loco, jodidamente loco. Es como si mi cuerpo fuese electricidad, magia... pero a la vez tan condenamente carnal: siento el placer atravesarme la piel hasta que pesa, hasta que no soy más que carne que no actúa, sino que goza sin poder resistirse a ello. Las descargas son cada vez más seguidas, aunque su cadera se mantiene quieta, y el placer de saber que es él, quien pulsa esos botones en mí, él follándome.

Oh, joder...

Un terremoto sacude todo mi cuerpo, latigazos de placer alcanzando cada pequeñita terminación nerviosa. Puedo sentir el hormigueo hasta en la punta de los dedos, como si inundase mi cuerpo y buscase un lugar por el que escapar porque estoy lleno, tan jodidamente lleno de placer, de este placer ardiente, eléctrico, destructivo. Un placer que siento que me envuelve en llamas, que me... mi cuerpo se queda tenso y lo noto, el disparo haciendo que mis testículos se presionen fuerte y un flechazo de gusto atraviese mi polla.

Gimo, alto, sensible, desvergonzado, y me corro con largas tiras blancas sobre mi vientre y salpicando el suyo. No puedo controlar mi cuerpo, solo retorcerme mientras este placer insoportable me recorre, buscando la vía de escape, y se derrama fuera de mí rápido y constante. Fluye tantísimo, mi pene agitándose con cada nuevo chorro y mi garganta dolorida de tanto chillar el nombre de Ángel.

Suspiro con alivio cuando lo dejo salir todo, mi cuerpo entero se siente una masa inerte y terriblemente sensible, como descarnada. Y mi entrada se aprieta con fuerza alrededor del pene de Ángel debido al maravilloso orgasmo, haciéndome sentirlo todavía más enorme. Ángel también tiembla por el placer que lo recorre a voluntad y también explota.

Me besa fuerte y rudo mientras siento cómo se descarga en mi interior. Tan caliente e interminable, se corre muchísimo mientras me besa, llenándome las entrañas de una sensación ardiente que me hace lloriquear y emitir ruiditos que él traga rodando su lengua sobre mis labios. Empuja un poco más, llenándome entero con las últimas gotas de su jugoso orgasmo.

Luego reposa un segundo: su cuerpo sudoroso aplastando el mío, sus labios quietos, descansando sobre mi boca, y su respiración barriéndome el rostro. Mis ojos se cierran solos, me siento tan agotado como si hubiese sido apalizado por diez hombres armados, pero a la vez me siento bien, caliente, satisfecho y, si no me muevo, mi cuerpo no duele, no siente escalofríos violentos, ecos del brutal orgasmo.

Una incomodidad extraña me hace abrir los ojos cuando Ángel empieza a salir de mí. Su enorme pene, ahora un poco flácido, duele en el camino hacia afuera y cuando sale doy un gritillo. Mi entrada pulsa, maltratada por sus embestidas apasionadas, y noto como su semen gotea despacio fuera de ella y por mis muslos.

—Te quiero tanto —murmura una voz grave en mi oído, cansada, pero muy, muy feliz.

Yo sonrío y me acurruco en el cálido y gran pecho, pero pronto sus manos me toman y me alzan incómodamente. Quiero volver a la cama, pero Ángel me susurra algo sobre que tengo que asearme. No me importa, estoy destrozado, necesito descansar.

Y entonces escucho un grifo distante y noto mi cuerpo sumergido en agua caliente, aunque ya sentía desde antes que estaba flotando. Grandes manos me manejan como a un muñeco, me acarician con lábil jabón y frotan en cada pequeño lugar. Ángel limpia un poco su herida, que sangra de nuevo, pero se centra en mí sobre todo. También me canta un bonito arrullo, aquel que le enseñé.

—Oh, gavina voladora...

Debería sentirme tan cómodo, tan querido, tan mimado ¿Quién no amaría ser bañado por su amante después del sexo? Pero algo en la combinación me revuelve el estómago. Abro los ojos rápido y alarmado, como si me hubiesen dado un puñetazo justo en ese lugar.

La canción me inquieta, las pompas de jabón me inquietan, sus manos me inquietan, el olor del sexo y del champú y del agua caliente y de... de... de la sangre.

Me inquieta porque recuerdo dónde estoy, con quién estoy. Y porque recuerdo un poquito más a Ángel, al pequeño ángel.


Fin del cap ¿Qué os ha parecido?

¿Esperábais que Ty y Ángel llegasen a este punto?

¿Cómo creéis que se desenvolverá su relación a partir de ahora?

¿Qué habríais hecho en el lugar de Ty?

¿Qué pensáis que va a recordar?

Muchas gracias por leer <3 Si te ha gustado el cap no olvides dejar una estrellita y, si puedes, un comentario :) No leemos en el próximo capítulo :D


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